BIOGRAFIA DE OLE KIRK CHRISTIANSEN
Ole Kirk Christiansen
Christiansen (Filskov, Dinamarca, 1891) abrió una carpintería en Billund, una ciudad muy próxima a su aldea natal, no imaginaba que su negocio se convertiría en uno de los fabricantes de juguetes más importantes del mundo: la archiconocida marca LEGO.
Era el decimotercer hijo de un matrimonio de agricultores y pronto aprendió el oficio de carpintero y ebanista. Se convirtió en un artesano de referencia de su zona, en un maestro. En 1932, ya conocía el oficio a la perfección y, tras haber ofrecido su talento a otras fábricas, decidió echar a volar y fundar la suya: un lugar en el que elaborar piezas de juguete hechas a base de madera y hierro.
Dos años más tarde, la compañía dio un paso más para convertirse en lo que es hoy y tomó el nombre de LEGO. Su creador había decidido entreverar dos palabras danesas: «Leg Godt» («Jugar bien»). Casualidades del destino (o visión de negocio), en latín, la palabra Lego significa «colocar juntas». Solo tenía seis empleados.
En 1.942, cuando el negocio estaba en plena ebullición y la suerte parecía esperarle con los brazos abiertos, llegó el desastre: la fábrica sufrió un incendio y se vio reducida a cenizas. El varapalo no fue impedimento para que el empresario hiciera renacer la empresa y recuperase la producción de juguetes. No había tiempo que perder. Además, su hijo y heredero, Godtfred Kirk, se enroló en el ambicioso proyecto de su padre; juntos formaron el tándem ideal.
En 1947, con el edificio totalmente remodelado, se hicieron con una máquina de inyección de plástico. Fueron los primeros de todo el país en comprarla y utilizarla: los juguetes madera ya no eran los únicos que salían por las puertas de su fábrica, a ellos se sumaron los de plástico. De hecho, en vista de que las ventas se multiplicaron, decidieron dejar de lado la madera y meterse de lleno en el mundo del plástico y de sus rentables beneficios.
Hubo que esperar seis años más para que los famosos «Ladrillos de LEGO» («LEGO Mursten») salieran al mercado. En 1955, lanzaron su producto estrella: el «Sistema de juego LEGO», con 28 sistemas diferentes y ocho vehículos de juguete. Tres años después, Ole Kirk Christiansen murió, dejando a su hijo al frente de un jugoso negocio; ahora, un imperio. Existen todo tipo de productos inspirados en la popular marca. Tampoco faltan películas ni parques temáticos. Además, no hay generación que, en su infancia, no haya jugado con sus piezas; una actividad que, no solo puede resultar divertida, también sirve para el desarrollo de los más pequeños de la casa.
Beneficios para los niños
Silvia Álava, psicóloga infantil, explica que «cuando el niño copia el modelo que aparece en la caja, trabaja su capacidad para seguir instrucciones. Y, por tanto, su capacidad de autocontrol». En una conversación telefónica con ABC expone que, si no sigue las pautas, sabe que el resultado no va a ser el deseado, que no le va a quedar igual que el dibujo en que se inspira.
La psicóloga, autora del libro «Queremos hijos felices», también afirma que los juegos de construcción ayudan a desarrollar la «atención sostenida». Algo contrario a lo que ocurre con los videojuegos, que «lanzan estímulos visuales y auditivos» de forma veloz, sin dar tiempo de reacción; lo hacen todo solos. Sin embargo, al montar figuras, es el niño quien mueve las piezas: el juego no cambia, lo transforma él.
Además, «con lo manual, aumenta la coordinación oculomanual (ojo y manos) y la capacidad de reproducir modelos en tres dimensiones». La experta asegura que también aumenta la paciencia y «le dejamos libertad, que no se ciña a seguir un modelo, se trabaja su creatividad».
Recomienda este tipo de juegos para niños de todas las edades y en todas las fases de aprendizaje: «Lo único que hay que cambiar y regular es el tamaño de las piezas y el nivel de dificultad del juego. Para los niños pequeños es conveniente usar bloques grandes, que no son peligrosos y son fáciles de encajar. Incluso los bebés de meses ya pueden hacer cosas: montar torres, colocar bloques seguido uno detrás de otro, ordenar por colores… Cuando crecen, se les puede encomendar tareas más complicadas, dejar que las piezas sean más pequeñas y el tipo de ensamblaje más complejo», concluye.
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